Hace pocas semanas recibí un correo electrónico de una colega suramericana que describía a una trabajadora social que por un error ingrato -y cuidado que no premeditado- de San Pedro, fue a parar derechito al infierno; pasadas varias semanas la colega hizo transformaciones sustantivas en el infierno, a tal grado que el lugar se había vuelto un paraíso y objeto del deseo de Dios, quien estaba exigiendo que la colega fuera enviada al cielo pues a su criterio: “Los Trabajadores Sociales siempre van al cielo, eso está escrito y resuelto para todos los casos.” El mensaje ya da vueltas por toda la región, y me asombra que lo asumamos sin mayor crítica y con mucha jocosidad.
Pensé primero en Ricardo Grissoto, trabajador social argentino que había sido colaborador de la dictadura militar (incluso recibía salario del ejército), y que el año pasado fue sometido a un proceso ético por parte del Colegio de Servicio Social de Neuquén, el cuál le canceló la matrícula profesional; el referido colega aprovechaba su rol profesional para delatar ante los militares a personas con ideas sospechosas con las cuales tomaba contacto en las instituciones. Léase bien, gente de izquierda. Tengo la certeza que el desgraciado soplón nunca irá al cielo, y que muchos de los torturados, desaparecidos y los asesinados gracias a su intervención, estarán felices por la decisión tomada por el Colegio.
Sin embargo, no por esa clase de traiciones, sino por la fidelidad a ciertas convicciones humanistas, muchas nunca llegaremos pero ni por asomo a las puertas del purgatorio, iremos derechito al infierno: en este gremio también hay ateos; profesionales que defienden el derecho al aborto (terapéutico o no), otro tanto que hablan de sexualidad plena y responsable, derecho al uso de la pastilla del día después y el preservativo; algunas son declaradas izquierdosas come chiquitos; otro tanto militaron o militan con la teología de la liberación -perseguida por el actual Papa. Una cantidad gigante de colegas se casan por lo civil, no se casan, se hacen de marinovios (mitad marido y mitad novio, suena lindo verdad Adri?) o se divorcian tiempo después de la bendición celestial; muchas desean al hombre de su prójima, como varones desean a la mujer de su prójimo. Que nadie se asuste de las colegas que no creen que Dios escribió la biblia, las que van a misa solo cuando de bodas, entierros y bautizos se trata; y los que en actitud desafiante hemos visitado la tumba de Edith Lagos en Huamanga o la del Che Guevara en Santa Clara.
Ah, olvidada a la larga lista de colegas de orientación homosexual, y los que respetamos su orientación. A fin de cuentas, ellos/ellas respetan nuestra heterosexualidad.
Estamos condenad@s a las llamas del infierno por una eternidad, no hay forma, ni el Inti Raimi, ni la Pacha Mama, ni Antu kuche, ni Sibú podrán evitarnos el castigo.
La colega disputada por Satán y por Dios me resultó en muchos casos muy funcional, una trabajadora tan aplicada que nunca llegó a cuestionarse sus desgracias, de cómo terminó en el infierno por un error patriarcal. Poco le importó que dos machos se la disputaran para poner orden en sus reinos; si hubiera sido la inquieta Lilit, en cosa de horas o días la habrían fletado para la contaminada y violentada tierra sin boleto de regreso.
Nos dice la historia que la colega aplicó y tabuló el censo, pero no reflexionó sobre las contradicciones sociales que encontró y cómo eso había influido para que muchos humanos fueran a quemar sus espaldas al infierno; fiel al dogma neoliberal montó una asociación de ayuda al prójimo sin tomar en cuenta la refilantropización de la cuestión social y cómo eso aumenta el desempleo de las profesionales en América Latina y la imposibilidad para superar la pobreza y la exclusión social. Todas las mejoras que emprendió en el infierno (aire acondicionado, inodoros automáticos, escaleras eléctricas y centro de cómputo entre otros) no las orientó en el marco de los derechos sociales y el pleno desarrollo de la persona, sino para certificar al infierno con todos los ISO posibles, y con ello tener nuevos mercados donde colocar el azufre, el fuego en gel y spray. Nada tonto el diablo, sin ella no podrá competir de forma exitosa y responsable en el mercado global.
Innegable que la codiciada colega hizo cosas interesantes en el infierno, a qué diablo no le gustaría aumentar su autoestima, tener una beca para si mismo y para sus chiquillos; pero dedicarse a hacer coaching la hizo perder la perspectiva que muchas colegas hacen intervención terapéutica, y generando condiciones de empoderamiento personal y político.
Mientras se mantiene el pulso entre Dios y el Diablo, y la pobre colega sigue en un frenético hace que hace sin sentido alguno y repleto de instrumentalidad; yo mejor me iré al patio de mi casa a disfrutar de esta noche estrellada que me recuerda mi humanidad. El infierno ya lo tengo ganado. Amén.
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