jueves, 4 de noviembre de 2010

Hojas Secas [Como si fuera ayer]

Era como el minuto preciso en que se debían cambiar las botellas de cervezas vacías por otras llenas, el tema siempre era quien iba, de donde sacar más dinero y si realmente entre dos íbamos a poder con seis más. Daba igual, llenamos la mochila con las botellas secas, nos dirigimos juntxs y al momento de abrir la mochila, solo había hojas secas, un otoño irremediable dentro de ese bolso, un árbol deshaciendose en muerte allí dentro... y todo empezó de nuevo. Recuerdo, querido hermano, cuando leí tu cuento de otoño y borrachera. Recuerdo cuando todo el extasis se lo llevaban las hojas de cuadernos escritas por todos lados, sin coherencia, pero siempre dejandome la garganta apretada al leer escondida tus más terribles secretos, sentimientos, deseos y funerales. Creo que ahí nació todo, siempre lo he hecho, pero ahí nació todo cuando noté que puede ser mucho peor que el sentimiento mismo y escribirlo puede ser sentencia de muerte sin que realmente sea eso, que la exageración de tu escritura me hacía mirarte con miedo porque no me podía explicar como un ser humano con tanto dolor dentro podía levantarse un nuevo día; también con compasión pues me imaginaba los esfuerzos infrahumanos que hacías por rodar la rueda un día más... pero eso era mi niñez, me limitaba al dolor o a la felicidad, ahora hay matices, hay otras cosas en la vida, y es verdad cuando dicen que nadie muere por esto o por lo otro. Me enseñaste que esto ya no es catarsis, es un artificio más en la vida, un instrumento de supervivencia mental, un "saca de apuros" por si alguien algún día lo lee y puede explicarse un poco más por los lugares en que se ha andado sin ser necesariamente malx... en fin. Nos devolvimos a los pastos, otra vez tu cara de horror, porqué siempre pasa esto? decías cada vez que mirabas esa mochila como si fuese un miedo cotidiano el que las cervezas sean hojas secas. No supe que decir, solo saqué las hojas del bolso con delicadeza para que sintieran que si pretendían dejar algún mensaje cumplieron su misión, pero ya estaban estorbando. Bajo las hojas -de esa millonada de hojas- aparecen las botellas de cervezas vacías, y después de parodiar un poco la vida para quitarnos -me- el susto, fuimos por otras. Y esta vez, al abrir la mochila no había novedad alguna más que un par de hojas secas que no terminé de sacar porque ya no hacían daño, y dijiste con algo de triste resginación que esto nunca iba a acabar... nunca se va a acabar, acá estamos y nunca va acabar, pero no tiene porqué ser el mal. Que siga así que seguimos pluma en mano esperando masacrar el momento. Te amo hermano

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